Cosas asombrosas ocurrirán hoy
Cosas asombrosas ocurrirán hoy
Carmen Berasategui
Introducción
Solamente apoteosis
Soamente a apoteose
Claudio Rodríguez Fer.
Varias cosas asombrosas me han ocurrido hoy. He tocado la exuvia de una libélula. He acariciado un tricóptero. He sentido el significado del amor. He llorado contemplando las plumas de una alondra atacada por un azor. He vivido, pues, en la Poesía.
No he escrito un solo verso, no hacía falta.
Una exuvia es el esqueleto externo o exoesqueleto que abandonan los artrópodos tras la muda. A veces podemos encontrarlos todavía amarrados a una ramita, a una hierba o sobre la última piedra en la que descansó el animal antes de dejar su primera piel allí. Algunas exuvias tienen una rasgadura profunda en la espalda, por donde adivinamos ha salido el animal al final de su ciclo evolutivo. Las libélulas se transforman de ese modo, mudando la piel e incluso también sus tráqueas, que quedan como dos hilillos blancos, colgando. El momento preciso de ese cambio es en extremo delicado, pues su cuerpo todavía fresco, necesita calor para activar la circulación sanguínea. De ello depende su supervivencia. Si el cielo se nubla de repente y ni la luz ni la temperatura son las adecuadas, jamás alzará su vuelo azul el macho, su vuelo verde la hembra. Verlas copular sobre aguas fluviales es un milagro de la materia o de la poesía.
Un tricóptero es un insecto de metamorfosis completa. Comienza su existencia como macroinvertebrado acuático. Estas pequeñas larvas de los ríos producen una seda mediante la cual son capaces de adherir a su cuerpo arenas, restos vegetales, piedrecillas minúsculas, y así fabrican un estuche en forma de tubo donde se guarecen hasta el momento en que su maduración les permite el vuelo. Solamente la mirada preparada para su contemplación es capaz de no confundirlo con un trocito de madera hueca a la deriva.
Tod@ verdader@ poeta es un tricóptero, segregando seda con la que adhiere a su cuerpo memorias, minerales, pequeñas piedras ajenas, fragmentos casi invisibles de lo vivo. Con ello fabrica su refugio frágil pero hermosísimo. Solamente la mirada preparada para su contemplación es capaz de no confundirlo con un trocito de madera a la deriva. Como solamente la mirada preparada para su contemplación es capaz de ver en la escritura la exuvia de lo que hemos sido, aquello que sigue amarrado a la rama cuando ya hemos alzado el vuelo, la primera piel, que no es alma pero tampoco es cuerpo. Las tráqueas viejas, blancas, contienen quizás el eco de un lexema.
Transformarse y alzar el vuelo. Alzar el vuelo. De ello sabe Carmen Berasategui, alter ego poético de Mara Carver, autora de la exquisita obra poético-visual Donde planean los pájaros (Piezas Azules Editorial, 2019). El planear de un pájaro es, sin duda, una de las cosas más asombrosas que nos ocurrirán hoy.
Porque el ornitosueño es un estado de gracia, como el amor y la plena conciencia poética: un saber de la elevación. Es desde ese lugar de tricóptera, exuvia y ave lúcida desde donde nos susurra, habla, tiembla o grita Carmen Berasategui en este libro estremecedor, que es Cosas asombrosas ocurrirán hoy, que nace al cuidado de la también poeta, Trinidad Ruiz Marcellán, en Olifante, ese instrumento de viento, medieval, o quizás de viento medieval, cuya belleza y sonido amó Roldán en su Chanson.
La belleza y el sonido, la música y la visión: la cifra de la poiesis.
Cosas asombrosas ocurrirán hoy, un título de enunciación oracular, abre la puerta al misterio y afirma el milagro de lo cotidiano escondido en la aparentemente insignificante brizna de hierba, en la ráfaga de viento que nos despeina con alegría súbita, en el remolino que hacen las hojas y en su levitación, en la callada fotosíntesis o en un mínimo gesto de amor. Carmen Berasategui nos da la clave de toda poesía: la mirada. Eso, como decía C. Milosz, que sin duda hay que poseer antes de escribir un solo verso, para que la escritura no sea impostura sino verdad. Y ya sabemos, por lo menos desde Keats, que la belleza es verdad y la verdad, belleza. Desde esta autenticidad desnuda, la obra de Berasategui se presenta como un gran poema autobiográfico –toda Poesía lo es–. Una voz que eleva su anécdota personal convirtiéndola en espejo de otros y alcanzar así la trascendencia.
Radicalmente humano, el canto de Carmen Berasategui se dispone en cuatro partes, como quien abre una manzana madura en cuatro cuartos y se detiene a contemplarlos, y en el centro, su corazón. «La tentación de lo maravilloso», «Pequeño himno a la llovizna», «El desamor es una casa a las afueras un domingo de tormenta» y «Elegía entusiasta del aguacero».
La plasticidad amorosa de los títulos anuncia un entusiasmo de verdad etimológica: de inspiración o posesión divina. Casi una pitia ancestral proclamando la verdad de la utopía: “Todo lo imaginable puede ser soñado”. Una sibila que se sabe sabia y por lo tanto poderosa: “Hoy todo lo puedo”. Y en fin, una mujer que camina hacia la euforia, exhalando placer en medio de plegarias hermosísimas: “Hazme criatura feliz”.
Es este un libro lleno de una sensualidad gozosa, escrito e inscrito en la naturaleza y que proclama la maravilla de sentirnos vivos, contenida, por ejemplo, en la escena sur l’herbe fijada en la memoria poética: el instante de plenitud del magnífico poema “Pálpito”, con versos rotundos como estos:pasará una bandada de garzas y tú me mirarás como nunca lo has hecho, como si fueras un ruiseñor, trigo y piedra a la vez
[...]
Somos alegres porque estamos vivos.
Quien conoce la plenitud sabe también del tiempo suspendido en la iluminación súbita: “Un bosque es un poema que no muere/ […] No rige el tiempo en la honda cadencia/ de este momento hermoso.// Puedo no irme nunca, pienso.” Quien conoce la plenitud sabe de la pureza y del conocimiento que se alcanza en un gesto cotidiano: “No encuentro nada más salvajemente hermoso/ que compartir el desayuno mientras asoma el día”. Praxis poética.
Cosas asombrosas ocurrirán hoy: La contemplación serena de la belleza en reposo: “Pareces otro hombre cuando sueñas”. O la hiperconciencia lúcida del presente absoluto:
Amor
Apenas
Todo
Estamos
Y desde este lugar nos enseña Berasategui la inmortalidad:
“y algo parecido a la dicha eterna:/ alguien acurrucándose en silencio / en el vacío de tu cuerpo”. Entramos así en la geometría de la mística materialista, en el hueco o punto cero, en la carnal poética del silencio como escribió Wallace Stevens: “Y fuera de esta luz, de esta mente central,/ Hacemos nuestra casa en el aire nocturno,/ Donde estar los dos juntos es lo suficiente”.
Casi dialogando con estas palabras, uno de los textos más estremecedores de todo el libro de Carmen Berasategui nos lleva precisamente al deseo de completud, de integración amorosa,
que es tanto como decir reintegración cósmica:
Quiero que existas
y te expandas en ti,
en mí.
Quiero bastarte.
En efecto, el cuerpo es cosmos. Y por ello, la materialidad y la experiencia de la maternidad tienen un espacio central en la obra. El parto y la casa, el refugio del cuerpo. La poesía experimentada en la escena cotidiana del juego con los hijos. Y la herencia genética como continuidad de nuestra materia individual proyectada en nuestras criaturas: la lección de un lunar.
El arco que forma la conciencia feminista parte de la mujer autoafirmada que expande su amor hacia la hija pero se retrotrae a la madre. Es en esta herencia matrilineal de las abuelas valquirias de donde surge la mirada empoderada que celebra como un acto sagrado el tejido de la bufanda por parte de la madre. Y lanza mensajes contundentes contra la violencia de género y mensajes luminosos desde la sororidad al resto de madres, instándolas a no renunciar jamás a la propia vida: “no pleguéis las alas,/ fuera hay mucho cielo”. Y por supuesto, enuncia la apropiación feminista del discurso literario en “La escritura es nuestra”. Pero ante todo, es la experiencia de la poesía vivida en la contemplación extasiada de la propia hija la que nos da la cifra de la Verdad de la voz de Berasategui:
Hija, tú eres un poema.
Eres el mejor poema posible.
[…]
Importa que suenas.
Como el riachuelo, el álamo, la oropéndola.
Suenas.
La poesía también es eso.
En realidad la poesía es, sobre todo, eso. Revelación. Y en este libro encontramos la revelación del amor expansivo y arrollador, pero también la belleza trémula de la nostalgia cantada en un pequeño himno a la llovizna; el cataclismo de la muerte de un pajarillo, la memoria familiar, y el terremoto vital del final del amor: esa terrible belleza romántica de la ruina, que es como
“Desasir el pájaro” o “Celebrar el naufragio”. Porque incluso en el sentimiento crepuscular es capaz la poeta de encontrar la extraordinaria hermosura del “árbol desnudo” o del “alarido / de la vida rota”.
Así, el pequeño poema que cierra el libro, nos estremece con sus dos versos de humilde canción desesperada: “Quería./ Quería bastarte”. Y nos lleva al poema de Olga Orozco “Esa es tu pena”, cuando exclama la belleza de la nostalgia y la calma de la poesía como un emplasto sobre el dolor:
Esa es tu pena.
Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría
existir si no existieras
y el perfume del viento que acarició el plumaje de
los amaneceres que no vuelven.
Colócala a la altura de tus ojos
y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda
[…]
Si observas al trasluz verás pasar el mundo
rodando en una lágrima.
Así vemos pasar el mundo en la lágrima final de este libro.
Pero sobre este suspiro delicado se alza, poderoso, el universo celebratorio y vital de la poesía de Carmen Berasategui, que es, solamente, apoteosis.
Olga Novo
NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Foto: Aba Gómez/Frida Uriarte
Carmen Berasategui Verástegui nació en Vitoria en febrero de 1978. Febrero en euskera es otsaila, el mes de los lobos. Los lobos entran en celo en esa época del año y por lo visto sus aullidos se escuchan por toda la cordillera cantábrica, anunciando así el mes más frío del invierno. Carmen osó combatir el augurio y trajo calor.
Criándose en una familia que prodiga el amor a las humanidades y la belleza, creció imaginando. Carmen ha vivido siempre asombrada. Lo sigue haciendo, pues lo cotidiano inunda lo excepcional. La buena noticia es que ha decidido compartir su asombro diario a través de una editorial que fundó con un amigo, Trampa ediciones, y un festival de poesía desatada, NUDO, que brotó con el nacimiento de su segunda hija. Ambos proyectos son sus criaturas, los faros que la guían y que encarnan su forma de mirar y sentir la literatura, el arte, la vida.
Éste es su segundo poemario, tras Donde planean los pájaros, publicado por Piezas azules. Poco a poco, se va adentrando en el vientre de la escritura, cual madreselva amiga, cual hallazgo en la noche cerrada para contar estrellas. La poesía es el calor sencillo, es la pequeña llama que contesta el aullido.
CÓDIGO DE SUPERVIVENCIA
Madres, haceos un favor:
Respetad vuestro espacio.
Mantened vuestro nombre.
Encontrad vuestro tiempo.
Amaos.
Con vuestro cansancio, quejas, ojeras y renuncias.
Lo hacéis bien.
Lo hacéis bien.
Repetid conmigo: Lo hago bien.
Equivocaos, acertad, creced.
Pero no hagáis una cosa, por favor, eso no:
no pleguéis las alas,
fuera, hay mucho cielo.