Sonata en la ceniza

Sonata en la ceniza

Mohsen Emadi

NOTA DEL AUTOR


“No es fácil inventarse uno mismo en algún otro idioma. Tuve que hacerlo dos veces en mi vida. Primero cuando me obligaron a aprender persa; porque ninguna escuela en Irán enseñaba en Mazandarani. El persa, sin embargo, fue una bendición y me abrió el horizonte de una gran poesía. El exilio me llevó a otros idiomas. Nunca publiqué ningún libro en Mazandarani a pesar de que es mi lengua materna. Siempre publiqué en los idiomas que inventaron la otredad de mi propio ser. Después de varios años en lengua persa, este es el primer libro mío en el que el castellano abraza el ritmo de mi ser y yo mismo soy capaz de bailar en esta hermosura de lengua. El lenguaje es simultáneamente objetivo y subjetivo. Su objetividad reside en las convivencias; en el intercambio de la respiración y el corazón. La objetividad de este libro vive en tales intercambios con los amigos, los amores y los maestros; quienes me dieron un lenguaje. Dijo una vez Rumi: "Se ha ido mi primer nacimiento. En este inhalo y exhalo, nazco yo del amor. Soy más que yo mismo: porque nací dos veces." Tengo la esperanza de que yo también podría ser más que yo mismo en este nacimiento."


-- Mohsen Emad”

Poema


Pensaba que estaba en tus brazos en una pequeña habitación de Helsinki. Era el mes de junio de un año indeterminable. Soñaba caballos salvajes que galopaban por las paredes. Fue verano siempre en la geografía. Las estaciones cambiaban a diario en esa habitación: ese día fue otoño y yo te besaba. Tus labios tenían el sabor del suicidio y tu respiración olía a despedidas muy largas. Yo tocaba cada objeto y tenía sed de caricias. El piso se convirtió en la profundidad de un mar lleno de barcos hundidos. Uno llevaba piedras. El otro, armas antiguas. Y otro la pólvora. Pensaba que estábamos en una habitación pequeña de Helsinki. Beso a beso, la imagen de los mares desaparecidos de los mapas de geografía reaparecía en mí. Un lugar nos llamaba. Nadie puede llegar a ninguna tierra sin que le llame. Tal vez era un mar desconocido el que nos llamaba en esta habitación. Tal vez era mi infancia y caminábamos mano a mano por la bahía. Tal vez ese desaparecido lugar vino a nosotros en una bahía de Helsinki. Tal vez fue una noche. Tal vez fue un día inexistente, en el mes de junio de un año indeterminable.

Nota Biográfica

Mohsen Emadi es poeta, traductor, programador y cineasta. Ha publicado los poemarios La flor en los renglones (Lola Editorial, España, 2003, trad. de Clara Janés), No hablamos de sus ojos (Goo Publishing, Irán, 2007), Las leyes de la gravedad (Olifante, España, 2011, trad. de Clara Janés), Visible como el aire, legible como la muerte (Olifante, España, 2012), Abismal (CrC, México, 2016), Standing on Earth (Phoneme Media, EE.UU., 2016, trad. de Lyn Coffin) y Suomalainen Iltapäivä (Olifante, España, 2017); así como el libro de conversaciones con Clara Janés y Antonio Gamoneda, De la realidad y la poesía (Vaso Roto, 2010). Su poesía ha sido traducida a varios idiomas, y es fundador y editor de la Antología persa de poesía mundial. Como realizador, ha dirigido varios documentales poéticos entre los que destacan Querido Antonio, sobre la influencia de la Guerra Civil en la poesía de Antonio Gamoneda; La única patria, que contiene la última entrevista de Juan Gelman, o Donde Habita El Olvido, acerca del exilio de Luis Cernuda en México. Su trabajo poético ha recibido diversos reconocimientos y actualmente reside entre España y Georgia.

Foto: Autor

Poema


La bahía fue cubierta por cadáveres de gaviotas. Caminabas mano a mano con mi infancia y mi infancia era un pájaro pequeño con largas patas. Volaba a baja altura. Tenía miedo de los hombres. Temprano, por las mañanas, salía de su nido y regresaba al anochecer. Se sentaba al borde del agua. Tenía sed y no bebía. No quería que el agua menguara. Cuanta más sed tenía, más crecía. Un día fue tan gigantesco que su sombra cubría toda el agua. Se vio en el agua. Fue un pájaro monstruoso que nos ocultaba en su sombra. Sin cara, sin voz. Abría sus alas y ocultaba la luz. Parpadeaba y llovía, y el pájaro cerraba el camino de la lluvia. Tomó tus manos y lloraste. Parecías un pájaro que canta posado sobre la leña. Aleteaste tanto que una chispa de tus alas tocó la leña y la prendió. Saltaste en el fuego y yo me convertí en ceniza. En la ceniza había un huevo del que nació un pájaro cuyas lágrimas curaban las heridas. Este pájaro, cada vez que acaricio tus manos, está posado sobre la leña.