La forja de un paisaje cultural. Guía de Bécquer en el Moncayo
Corría el año 2006, cuando la Editorial Olifante, imbuida por el espíritu becqueriano que todo lo impregna en tierras moncaínas, decidió señalizar y acotar el camino más frecuentado por los hermanos Bécquer, Gustavo y Valeriano, durante su estancia en el Monasterio de Veruela (1863-1864).
Este camino comienza en la Cruz Negra de Veruela (Vera de Moncayo), pasa por el asentamiento celtíbero de la Oruña y Trasmoz, para finalizar en Litago. Así, y merced a la inagotable militancia poética de la mencionada editorial, una serie de paneles explicativos jalonan esta ruta señalizando sus hitos más significativos. En ellos podemos observar los dibujos y grabados de Valeriano Bécquer, que inmortalizan los paisajes contemplados por él y por su hermano, fragmentos de las obras del propio Gustavo Adolfo Bécquer, que aluden a las emociones, sensaciones y reflexiones que este territorio le provocó y también podremos comprobar el sentir de los visitantes y de la población en general de la zona, surgido al contacto con este paisaje y con la obra de los Bécquer en esa eterna interacción entre ser humano y territorio.
Hoy en día, esta ruta es uno de los principales atractivos de la Comarca de Tarazona y el Moncayo y miles de visitantes la recorren a lo largo del año. Por otra parte, los poderes públicos, en este caso la Dirección General de Cultura de la DGA, ha decidido declararla Bien de Interés Cultural en su categoría de Patrimonio Inmaterial bajo la denominación de «Paisaje Cultural del Moncayo en el Arte y la Literatura».
En esta breve guía vamos a intentar desentrañar de dónde procede la importancia de este paisaje, y por qué es capaz de producir esa sublime percepción que lo hace único e irrepetible y que, a diferencia de otros tipos de paisajes, parece destinado a perdurar y a trascender de generación en generación. Para ello, comenzaremos deteniéndonos en dos conceptos que van irremediablemente unidos a este espacio: «paisaje» y «patrimonio», para luego ver cómo estos adquieren la condición de «cultural».
Seguidamente se hará un recorrido a través de la ruta para finalizar comentando las dinámicas sociales, culturales, económicas y políticas que han forjado este paisaje cultural, la enorme influencia que ha ejercido en el pasado y que aún hoy ejerce en todos los que lo visitan.
A la hora de finalizar esta guía, se cumplirán dieciséis años desde el momento en que el añorado Marcelo Reyes (Editorial Olifante) cogió su bicicleta y dos botes de pintura, uno blanco y otro morado, y señalizó por primera vez este camino. Tu recuerdo, amigo Marcelo, va ineludiblemente unido a este sendero.
Antonio Domínguez
En el vasto entramado de palabras y paisajes que componen nuestra historia cultural, hay fincas que invitan a ser transitadas, no solo en términos físicos, sino también en lo emocional y espiritual. La ruta de Bécquer, marcada por la presencia de los célebres hermanos Gustavo y Valeriano, se alza como un claro ejemplo de esta especie de viaje que invita a la introspección y a la conexión con un legado que trasciende el tiempo.
En las faldas del Moncayo, entre los encantadores lugares de Veruela, Vera, Trasmoz y Litago, se despliega una ruta que no solo es un sendero físico, sino un viaje profundo a través de la historia, la cultura y la naturaleza que marcaron la vida de los hermanos Bécquer. Este libro nos invita a seguir sus pasos, a explorar un paisaje que se convierte en el alma misma de su obra, donde cada rincón, cada ruina y cada atardecer cuentan una historia.
La dedicación de la editorial Olifante en la señalización de esta ruta, además de resaltar su importancia cultural, nos presenta una invitación abierta a sumergirnos en un entorno donde la historia y el arte se fusionan.
En esta guía, se desentrañan conceptos fundamentales que nos conectan con la identidad de una región y su patrimonio, así como las dinámicas sociales que han forjado un paisaje cultural único. La ruta de Bécquer no se limita a ser un simple trayecto, sino que se convierte en un vehículo para explorar y reflexionar sobre nuestro propio ser en relación con el entorno.
Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta melancólico y romántico, encontró en el paisaje, además de refugio para su alma atormentada, una fuente inagotable de inspiración para sus versos. Los rincones de la vieja Sevilla, las orillas del Guadalquivir y las faldas del Moncayo no fueron meros escenarios en su obra, sino que se transformaron en símbolos de lo inalcanzable, de lo efímero y de lo sublime. Para él, la naturaleza y la memoria de los antiguos edificios, los monasterios desmoronados y las ruinas de castillos perdidos, eran más que simples elementos decorativos: constituían el eco de un pasado lejano, un reflejo del alma humana en su búsqueda de lo divino y lo eterno, un espacio de contemplación y reflexión sobre la vida y la muerte.
Por otro lado, su hermano Valeriano, pintor y observador meticuloso, capturó la esencia de este mismo paisaje con una mirada más tangible. Su arte, a través de sus pinceles, preservó la naturaleza y el patrimonio cultural desde las tradiciones que habitan estas tierras. Los cielos y las ruinas de antiguas edificaciones se fusionaban con la memoria de su gente, creando un puente entre el pasado y el presente. Valeriano no solo retrató el mundo que veía, sino que lo preservó, contribuyendo al legado visual que hoy nos permite adentrarnos en un tiempo y un espacio tan lejanos como cercanos.
El autor de este libro, Antonio Domínguez, comparte con los hermanos Bécquer una profunda pasión por la historia y la cultura de su tierra, además de una mirada lúcida sobre la importancia de nuestro patrimonio. Domínguez, un acérrimo seguidor del Real Zaragoza, y al que puedo considerar, con mucho amor y orgullo, mi tío “adoptivo”, es conocido por su inteligencia y brillantez en lo referido a la historia y la filosofía, su gran sentido del humor y su capacidad para ver la conexión entre el pasado y el presente. Su enfoque reflexivo y cálido nos recuerda que, al igual que los Bécquer, debemos apreciar la conexión entre nuestra identidad y el paisaje que nos rodea. Y, como diría él mismo, cada paso por esta ruta, cada reflexión sobre las ruinas y los monumentos, es una invitación a disfrutar del juego de la vida, un viaje que nos conecta con el paisaje y con la esencia misma de lo que somos.
Este libro constituye un homenaje a la vida de los Bécquer y una invitación a recorrer la ruta que une Veruela, Vera, Trasmoz y Litago, donde cada sendero y cada rincón se convierten en testigos silenciosos de un pasado que sigue vivo. Al seguir sus pasos, el lector se embarca en un viaje que trasciende el tiempo y el espacio, redescubriendo un entorno vibrante y lleno de historia. Así, al abrir estas páginas, el lector es invitado a ser, además de viajero de un paisaje, un participante activo en la rica tapeza de vida que los Bécquer ayudaron a tejer.
Bienvenidos a esta travesía por el paisaje cultural del Moncayo, donde la literatura cobra vida y donde cada paso invita a la contemplación y al descubrimiento. Que esta guía sea una brújula que nos lleve a apreciar la belleza inmutable del paisaje moncaíno y el legado universal que nos dejaron estos dos artistas inolvidables, de lo que somos y de lo que hemos heredado.
Kike Reyes
Zaragoza, 1 de abril de 2025
Foto: Estrel Marco
Antonio Domínguez Cervero (Zaragoza, 29 de marzo de 1967) graduado en Geografía e Historia, ha colaborado en diversos proyectos cooperativistas, entre ellos, la creación y desarrollo de la cooperativa El Acebo de Moncayo, un proyecto multidisciplinar que abarcaba desde la industria agroalimentaria hasta la animación sociocultural.
Con esta cooperativa se fundó la compañía de cuentacuentos “El Acebo” que adapta leyendas moncaínas para todos los públicos y que tuvo la oportunidad de difundir durante más de 300 actuaciones por todo el territorio nacional.
Participó como educador de medioambiente en los centros de interpretación del Moncayo y en los programas de educación ambiental del Gobierno de Aragón gestionados por la S.E.O. y SODEMASA.
Asimismo y en colaboración con ASOMO y como miembro de “El Acebo de Moncayo” participó en la creación de los “Festivales de Tierras del Moncayo” germen de los festivales de Brujería de Trasmoz y de Oficios Perdidos de Lituenigo.
En 2010 y como fruto de su colaboración en el programa “A vivir Aragón” de Miguel Mena en la Cadena Ser Aragón, publicó con el resto de colaboradores el libro “Toponimia nimia” editado por Eclipsados.
Colaboró como asesor técnico en la Editorial Olifante en la creación y organización de los Festivales Internacionales de Poesía Moncayo. Junto con esta editorial y otros colaboradores, diseñó la actual Ruta Bécquer de la cual se ocupa este libro.
Desde la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Trasmoz puso en marcha, entre otras iniciativas, la luz de las ánimas, singular celebración de todos los santos en la localidad moncaína.