Las claves de lo oscuro. Biografía de Ángel Guinda
Foto de Ángel Guinda: Enrique Carbó
Trabajaba en mi primera biografía, la de Leopoldo María Panero, cuando Túa Blesa me recomendó verme con el poeta Ángel Guinda –entonces todo un desconocido para mí– y me facilitó su teléfono. No tardé en llamarle y nos citamos en mi Domicilio, no lejos del suyo, en Madrid. Ángel llegó una tarde con un arsenal de su obra dedicada con su letra puntiaguda y fechada el 23 de octubre de 1995 («Ante las huellas de nuestro primer encuentro»). ¿Para qué sirven los libros sino para hacer amigos? Le conocí con pelo. Ante un cenicero colmado, encadenaba un cigarrillo tras otro. A bote pronto me pareció un tipo Entrañable, de mirada astuta y muy generoso. Vaya si lo era, así me lo hizo saber el decurso del tiempo. Su extraordinaria generosidad y su infatigable paciencia quedaron impresas en la cantidad de solapas, prólogos y contracubiertas que dedicó a otros autores. Además de encuentros azarosos en el barrio, me enviaba sus libros y asistí a alguna lectura pública suya con un auditorio absorto y más que entregado. Transcurrieron los años y en el momento que me dio noticia de su huelga de hambre en La Casa del Poeta de Trasmoz, de la que fue su primer inquilino, me cité con él y con Trinidad Ruiz Marcellán el 6 de octubre de 2006 para grabar un pequeño reportaje destinado al Telediario de TVE. El último plano de aquella pieza era Ángel de espaldas camino del recoleto cementerio de la localidad zaragozana y un encadenado le hacía desaparecer. Así finalizaba. Ángel y yo coincidimos como ponentes en el congreso «Poéticas Novísimas. Un fuego nuevo», celebrado entre el 24 y el 27 de abril de 2002 en el Auditorio de Zaragoza, y en la mesa redonda «Poetas malditos. Malditos poetas», en homenaje a Leopoldo María Panero, en la VII Feria del Libro «Expoesía» de Soria, el 7 de agosto de 2014. También en otra mesa redonda en el Café Gijón dedicada a Panero, «La Noche de los Libros», en 2016. El 10 de abril de 2018, cuando presentaba mi El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio, en la cueva de la librería Sin Tarima (Magdalena 32), desde la mesa y de una manera fugaz vi al fondo la llegada de Ángel; como el local estaba lleno, desapareció. Supe de su muerte por las redes sociales y sólo entonces entendí su silencio a mis mensajes y llamadas telefónicas. Si le leemos, no le dejaremos Morir, porque él escribió para no morir. Y el lector vive lo que lee. El feraz Ángel Guinda pronto se entregó a la poesía. Escribe poemas como una prolongación de su vida, funde poesía y vida, como Rilke. De su propia vida hace la materia de sus versos. La poesía le permite atrapar instantes que de otro modo no habría captado. Y no todos somos capaces de captar lo que hay dentro de sus poemas. Ante todo, Guinda es un gran poeta romántico, escasamente hermético; denuncia la oscuridad y sostiene que el poeta está condenado a la claridad. Tuvo a Gustavo Adolfo Bécquer como uno de sus padres literarios, junto a Jorge Manrique y Quevedo, entre otros tantos que formaron su Parnaso particular. Nunca tuvo una madre y, quizá por eso, fue un mujeriego irredento –«Perdía la cabeza por las mujeres»–, necesitaba de sus Musas, aunque sostuvo que «la inspiración es un mito pequeñoburgués». Algunas de ellas, mendaces, me han negado su relación con él, otras, a la propuesta de colaboración, han dado la callada por respuesta, se ocultaron tras un elocuente silencio. De ciertos casos, por consideración, guardo las pesquisas bajo llave en mi cofre doméstico. Ángel padecía esterilidad y una heterosexualidad tumultuosa. «Yo hago el amor, pero no jodo», solía decir zumbón con una mirada chispeante.
Este poeta epicúreo lleno de luz miró a la muerte de frente, a la cara. «Si me ocupo de la muerte es porque estoy vivísimo». Habló con la muerte porque amaba la vida. Quizá la muerte no fuera más que una excusa para resaltar los aspectos positivos de la vida. Asunto dominante en su obra, su idea de la muerte no era nada trágica; es el final de la vida, la que iguala a todos los humanos. Ay de aquellos que no entiendan la muerte. A Ángel Guinda nunca le sedujeron lo más mínimo el culturalismo ni el esteticismo decadente en poesía. Jugó con el lenguaje para reír, para romper con la solemnidad. De otro jaez. Poeta maldito le Querían, él se quiso un poeta ejemplar.
Pero estamos ante un hombre poliédrico. Guinda no sólo fue poeta. Además de dedicar su vida a la enseñanza, ejerció de Articulista, de crítico de arte y literario, de traductor, de aforista y de editor de gusto refinado. Fundó las editoriales Porvivir Independiente –con las colecciones Puyal de poesía y Al Margen de narrativa– y Fuente de Cibeles, de cuidada presentación, tacto poético y tipográfico. Además de la revista Malvís, pliegos de creación, de Kilómetro Cero Ediciones.
La honestidad de Guinda le impidió la infidelidad a Olifante. Ediciones de Poesía, parte del tejido cultural de Aragón. En Madrid, podría haber dado el salto a editoriales más poderosas, más mediáticas, pero no, fue refractario. Hombre de una pieza, de una rectitud moral intachable, nada engolado, prefirió no participar en la zahúrda, huyó del fasto y la rigidez, abrazó las causas justas, siempre del lado de los desesperados, de los desfavorecidos; comprometido con los valores humanísticos, de una vasta conciencia social, prefirió ser un poeta subversivo a un poeta divo. «Por el bien de tu obra, líbrate de la fama y del éxito». Su mundo no era de este mundo.
En términos freudianos podemos afirmar que Ángel Guinda no tuvo familia, no se identificó con ella, por tanto, no fue su referencia. Como tampoco tuvo infancia, porque la infancia es la protección materna. Sin embargo, con la escritura inmortalizó a su madre. Su ideal no fue el padre, el hijo no pudo ser padre. Eligió ser poeta. Él quizá fue su madre. Ángel Guinda es la madre de Ángel Guinda, como escribiera Manuel Vilas.
El 19 de febrero de 2022, Trinidad Ruiz Marcellán, por sugerencia de Raquel Arroyo Fraile, me propuso escribir la biografía de Ángel y publicarla en Olifante. De no haber sido por ellas –y porque Ángel atesoraba todo– no habrían existido las páginas que siguen. Labor encomiable la de Raquel, que archiva, clasifica y pone en orden todos los materiales de Ángel. Con ella trabajé en el salón de su casa, en presencia de los restos de Ángel.
Sí, en presencia de la urna que contenía sus cenizas a la espera del destino final. Las dos me llevaron a Uncastillo, visitamos el caserón de los abuelos paternos (Casa Palomo), a su familia, su colegio, recorrimos los trayectos que hacía de niño, nos desplazamos a Luesia, para ver uno de los centros donde impartió Clases, y me mostraron lugares de Zaragoza relacionados con el poeta; recibí multitud de correos y wasaps con información, contactos y documentos, los inencontrables primeros libros de Ángel, correspondencia… Cuántas llamadas de teléfono, cuántas consultas a una y a otra. Especial mención merece Manuel Martínez-Forega, formidable interlocutor, siempre dispuesto, a cualquier hora, cualquier día. Nunca un mal gesto, jamás una mala contestación. Siempre un Aquí estoy. Sin olvidar a Agustín Porras, otro análogo. Con la desprendida ayuda de semejantes Informadores, de nuevo vuelvo a vestir el terno de biógrafo, no sin abandonar la estela de oneroso.
Tan sólo añadir que el epígrafe número 10 de la presente obra es el fragmento de un verso del poema «Canto del luto», de (Rigor vitae). Y el título de este volumen es parte de un verso de Expedición a las tinieblas, de Ángel Guinda, publicado en La Habana (Cuba) en 1990, donde el poeta nos da cuenta de la perdición, de las sombras, de lo oscuro.
J. B. F., Madrid, septiembre de 2024
Foto de J. Benito Fernández: Nuria Carballo
J. Benito Fernández (Tomiño, Pontevedra, 1956) también es autor de las biografías que la crítica coincidió en celebrar como buenos ejemplos de trabajo exhaustivo y riguroso: El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo María Panero (Anagrama, 2023) Eduardo Haro Ibars: los pasos del caído (Anagrama, 2005), finalista del XXXIII Premio Anagrama de Ensayo, El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio. Apuntes para una biografía (Árdora, 2017) y El plural es una lata. Biografía de Juan Benet (Renacimiento, 2024). En la senda biográfica publicó el ensayo Gide/Barthes. Cuaderno de niebla (Montesinos, 2011).