Haikus & Senryus
Tras largo tiempo haciéndose esperar, ve la luz este poemario de Borja Álava, parte del cual ya conocíamos, en cuidadas publicaciones artesanales, sus allegados más próximos. Quienes conocemos al autor y su trayectoria poética no podemos por menos que alegrarnos de que llegue por fin a editarse, aun sabiendo de las dudas y del vértigo que siempre supone mostrarse al mundo lector por primera vez con una obra enteramente personal.
Y es así, bajo el título genérico, Haikus & Senryus, como Borja nos muestra todo un mundo de descripciones y de vivencias, concentradas en la austeridad de esas estrofas de origen japonés, compuestas por tres versos de cinco, siete y cinco sílabas. Cada estrofa actúa al modo de un fogonazo que nos desvela con su luz breve, pero poderosa, a veces críptica, a veces esclarecedora, cuanto el poeta ve e interpreta en la Naturaleza (haiku) o vive en el universo de sus emociones (senryu). La concisión intrínseca que la estrofa requiere no permite la posible vestimenta de los versículos, quedando expuesta a la patente desnudez del mensaje.
De este modo, la contenida lírica de los haikus se entremezcla con las vivencias de los senryus, con sus tonos no exentos de ironía, humor negro y contenidos de tipo social o filosófico. Una alternancia con la que el poeta juega deliberadamente con el fin de que los lectores cambien del mundo exterior al interior sin obsesiones.
Bienvenida sea esta obra, que pone fin a una minuciosa, y casi obsesiva, selección, entre la amplísima producción de este modelo estrófico al que tantos momentos ha dedicado el autor.
José Javier Alfaro
Foto: Amets Álava Navarro
Borja Álava (Tudela, 1976). Reside en Cascante (Navarra). No es Licenciado en Filología. No ha publicado libros y no hay traducciones a sus espaldas.
Pero es padre de dos hijos, forma parte del Grupo Literario Traslapuente, y continúa escribiendo desde que un día lo hiciera con ocho o nueve años. Como dijo su amigo Charles Chaplin: Todos somos aficionados. La vida es tan corta que no da para más.
Cae la tarde.
El rumor de la orilla
me ofrece asiento.
En el cuaderno
guardo con triste celo
mis desventuras.
Abro los ojos.
Cada mañana, nítida,
vuelve tu imagen.
Envejecemos.
La vida nos desgasta
de un solo soplo.
En los tejados
las viejas chimeneas
callan y otorgan.
Sonríe el viejo.
El puzzle de su boca
muestra vacíos.
Queda la calle
de pétalos sembrada.
Pasó la lluvia.
…mas abandóname,
aprisa, sin apenas
apuntalarme.
La luz se apaga.
Dentro de mí se enciende
el otro idioma.
Tras la tormenta,
el sándalo revive
y nos embriaga.
Bajo su espejo
los charcos nos observan.
Lo saben todo.
Es más certera
la ruta de los ciegos
sin lazarillo.
Me costó verla.
La sombra del demonio
bajo su falda.
Abejarucos.
El color de sus plumas
incendia el aire.